viernes, 20 de abril de 2018

Letras


¿Qué es la locura sino lo que los supuestos rectos de moral llaman imprudencia? Pues que sepan, señores aburridos, que en mi mapa del desequilibrio mental tengo una larga historia que contaros.

Bajo el sol ardiente del verano antiguo he surcado las aguas en el barco de mi compañero Eneas, el cual me narraba sucesos en las noches de diluvio a la luz de las velas casi consumidas; historias de criaturas acuáticas, de amor fraternal, de guerra encarnizada y de lo atrevido que hay que ser para surcar las aguas del misteriosísimo mar Mediterráneo.

Con pasión y con sentimiento he oído a William Wallace arengar a sus compatriotas en las tabernas escocesas con barriles repletos de cerveza y corazones colmados de ilusión. Hemos cantado todos abrazados esas letras que hacían vencer a ejércitos que nos doblaban en número, con amistad, coraje y humildad. Las amistades se desvanecían por el hierro y el acero ingleses y miles de vidas llegaban a su fin, pero lo que nunca oí o vi que se desvaneciera era su ansia por la libertad.

He vivido un amanecer en una trinchera al azar de la artillería enemiga con el corazón en un puño, y con mi suerte y la fortuna o desgracia de muchos siendo apostada en salones reales; en palacios donde reina más la cobardía que el amor, donde impera arriesgar las vidas de los demás por absurda diplomacia. Hombres de patria que eran convencidos de luchar por su país, cuando por lo que de verdad peleaban era por un rey repleto de codicia y avaricia con muchas artimañas y trapos sucios para convencer a sus súbditos.

He visto en aquel hombre indio, con más huesos que carne, el verdadero rostro de la humildad, de la paz, del servicio a sus iguales. También la lucha desarmada contra oportunistas sajones ávaros con ganas de saquear el mundo entero sin importar la manera de llevarlo a cabo.

Hablemos de compartir con Víctor Hugo palabras sobre amor, sobre liberación; con Ulises he bebido de las cráteras de vino mezcladas por los cíclopes; he brindado mi jarra de cerveza con la de Erik el Rojo; he observado el Nuevo Mundo con Darwin; he subido y he bajado del Olimpo decenas de veces y aun así seguiré siendo un loco, pero en lo que admito haberme convertido y nunca dejaré de ser, es en un patriota de aquellas que permanecen inmóviles ante los vaivenes del tiempo, las que son indiscutibles, las que me han cautivado -no hablo de locuras-, las letras.

Rafael Álamos
Bachillerato



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