sábado, 26 de noviembre de 2016

¿Para qué sirven las humanidades?

¿Nunca te han preguntado qué salidas tienen las humanidades?

Algunas personas ven las humanidades como algo que puede servirte para tu carácter personal, pero para poco más. Es decir, es algo que te va a ser poco útil para encontrar trabajo.

Y esto es así y es innegable: hay estudiantes de ciencias que creen que tendrán un futuro mejor sólo por estudiar ingenierías o similar. Gracias a Dios no todos piensan de esta manera, de hecho, hay un montón de personas que estudian ciencias porque les gusta y quieren dedicarse al campo que están estudiando para vivir de ello en el futuro, porque es su pasión.

Mi opinión personal es que no creo que existan carreras con salidas. Sin embargo, sí creo en las personas con salidas. Si tienes potencial y habilidad o simplemente interés y ganas en trabajar en algo, estoy seguro de que tendrás tu sitio en donde quieras estar.

Ahora ¿por qué estudiar humanidades?

Su nombre lo dice: para estudiar al ser humano. No son conocimientos generales, sino que va más allá. Las personas que estudian humanidades se preocupan por el hombre, sus valores, sus obras y todo lo que le constituye (pasando por su historia, su cultura, sus ideas, etc.). No sólo me parece interesante todo esto, sino, además, útil. Cada vez más empresas contratan a orientadores, por ejemplo.

Hay una gran lista de trabajos a los que te puedes dedicar tras estudiar humanidades, así que no creo que ese factor sea tan determinante como para echarte para atrás a la hora de elegir qué estudiar. Eso sí, al elegir tienes que tener claro cómo hacerlo: si con el corazón (pensando en lo que realmente te gusta) o supuestamente con la cabeza (pensando en los "beneficios" que te puede traer).

En definitiva, las humanidades están para todo aquel que se siente curioso por el hombre y decide estudiar todo lo que le ha rodeado y le rodea actualmente. Por supuesto, no puedo decir que son mejor que las ciencias, ya que estas aportan elementos esenciales a la sociedad, como la medicina. Pero veo más interesante, a nivel personal, las humanidades porque conociendo y admirando al hombre, te conoces y te admiras. Esto es para lo que sirven las humanidades.

Andrés Aparicio
Bachillerato


viernes, 18 de noviembre de 2016

Abandonado

Lo último que recuerdo es que la tripulación y yo estábamos en una misión de recogida de restos de suelo en Venus, cuando nuestros sensores meteorológicos de muñeca comenzaron a emitir un molesto y agudo pitido: se acercaba una tormenta eléctrica. Aunque la recogida no había concluido, la Capitana de la misión nos obligó a regresar de nuevo a la Zeus 7, ya que no sabíamos si la base que teníamos en el planeta iba a aguantar la potencia del temporal. Aunque algunos miembros de la tripulación y yo nos opusimos, había que terminar la misión; pero lo que de verdad importaba no era la misión, sino nosotros mismos.

La tormenta llegó antes de lo esperado y nos alcanzó antes de haber podido recoger todos los instrumentos que estábamos utilizando para la extracción del suelo. Cuando ya estaba justo sobre nosotros, la tormenta comenzó a levantar toda la arena del lugar haciendo la visibilidad totalmente nula y lanzando todo nuestro equipo peligrosamente hacia donde nos encontrábamos. A punto de llegar a la nave, uno de los instrumentos me golpeó en una de las piernas lanzándome a gran distancia, dejando mi cuerpo totalmente inmóvil y haciendo imposible que mi equipo me recogiera. Entonces la Capitana decidió dejarme atrás para poder salvar al resto de la tripulación.

Cuando me desperté, estaba medio enterrado en la arena y noté cómo un agudo pitido sonaba en el interior de mi casco: me estaba quedando sin oxígeno. La cabeza me daba vueltas, el sonido de mi respiración retumbaba dentro de mi casco como cuando estás debajo del agua, hueco y distante. No sabía con seguridad cuánto llevaba tumbado en aquel árido paraje. Deseaba quedarme allí quieto hasta que supiese exactamente lo que había pasado… pero no podía. Al intentar levantarme algo tiró de mi pierna causando un dolor muy intenso.  Tenía un alambre clavado en el muslo que debía que sacar si quería llegar a la base. Tiré con fuerza y logré sacarlo de mí. Al llegar, he tenido que coser mi herida, pero quizá no ha servido de mucho, ya que hasta que pueda contactar con La Tierra y consigan mandar una misión tripulada de rescate pasará, al menos, un lustro, y sin embargo aquí estoy, confinado en el interior de un hábitat pensado para unas semanas.

Alejandro García Millán
Bachillerato


sábado, 12 de noviembre de 2016

Escritos de té

Plástico mojado. Cuando cae el agua de la fragua vulcanista veo el plástico mojado, inmune ante tales e insufribles temperaturas y con esa decoración tan "extravagante" propia de un recipiente comprado en un supermercado.

A la vez observo ese color raro que le dan todos aquellos trozos de vegetal, ahogándose por el bien de este sabor que ahora está dentro de mi boca y que en pocos minutos recorrerá mi cuerpo de arriba abajo como un tren Madrid-Segovia hace por entero su camino.

Este vaso de agua, un simple vaso de agua que te trae recuerdos con su vaho y su calor, que en sí lo ves innecesario, es lo que te hace falta en una sesión de Perkeo.

Un recipiente innecesario que te adentra en un mundo mejor y privilegiado, más rico, porque donde hay letras hay té y donde hay té es en este vaso.

Rafael Álamos
Bachillerato

Inexistente. Esa es la más acertada y completa descripción sobre mi vaso de té. Una palabra que lo dice todo. ¿Cómo describir algo que no existe? Si existiera habría muchas, pero muchas formas de describir cómo es. Podrían resaltarse sus cualidades, mencionar cómo el tenue vaho surge del agua caliente, cómo poco a poco, lentamente, se va tornando amarillento el antes translúcido color.

Luego, podría narrar la explosión de amargor en mi boca o el calor casi capaz de derretir mis papilas gustativas. Más adelante también podría comentar lo mal que suele sentarme a la larga; esa es la razón por la cual yo no tomo té.

Algo que con anterioridad no he hecho es preguntarme de qué sabor sería mi té. ¿Sería té verde? ¿Té negro? ¿O tal vez té de jazmín? Lo más probable es té verde, puesto que es el único que a día de hoy hay en Perkeo.

Bueno, en verdad no sé la razón para escribir tanto sobre todo esto, después de todo, mi té es inexistente.

Fernando García Caraballo
Grado Superior

No parece nada más que un vaso de plástico corriente…

Como todo vaso de plástico, tan sólo sirve para llenarlo unas cuantas veces de algo, en este caso de té. Tampoco puedes tener un vaso de plástico eternamente, tan solo puede servirte un par de veces.

Estos factores son los que diferencian estos vasos de los de cristal, que tienen muchísimo más valor.

Sale de él vapor, que queda además reflejado en el propio vaso. Contiene agua caliente y un saco de té verde, de ahí que el agua adopte ese color (el verde).

Es de tamaño medio en cuanto a altura y grosor y, en definitiva, ya que presenta todas las características que tienen vasos corrientes, puedo decir que es eso: un vaso corriente.

Andrés Aparicio
Bachillerato

Nunca me percaté de sus ojos verdes como esmeraldas. Quizá porque estuve cegado por la luz que desliga su cilíndrico contorno. (Me encantó arropar con mis manos ese vestido traslúcido que cubría su tan húmeda piel).

Su cabello era el humo más abrasador y aromatizante que jamás sentí. Y ¿sus labios? Perfectos. Tan redondos y finos que sentía un hambre voraz de tan solo pensar en besarlos.

Se componía de agua en un setenta por ciento; quizá por eso tuve ganas de beberme hasta la última gota de su sed, de su ser, de su más pura esencia.

Qué pena que se tornaran amarillos sus ojos. Amarillo víbora. Víbora porque al beberme de un trago su naturaleza me envenenó el alma y tuve que suicidarme en este texto.

Sí, el té me sienta fatal.

Aarón Toral
Bachillerato