miércoles, 2 de marzo de 2016

Adolescencia

Qué insolente es mi deseo de alimentarme a besos.
Qué valientes son mis pasos. Pero qué cobardes, porque son para retroceder.
Qué impertinente es mi banda sonora que a cada instante cambia de canción.
Qué pedante es mi lenguaje romántico. Y qué vulgar cuando abro la boca.
Qué ignorante es mi inteligencia.
Qué insustanciales son mis intentos de hacerme entender.
Qué pesimista es mi mentalidad. Y qué positiva cuando me ilusiono en vano.
Qué adicta a equivocarse es mi forma de ser. Y qué contradictoria.
Qué incomprendido me siento.
Qué sucia es mi pureza.
Qué imprudentes mis hormonas.
Qué capciosas son las cuestiones que nadan en las lagunas de mi mente.
Qué revolucionario me creo en ocasiones y qué equivocado estoy.
Qué cobarde parezco al llorar lágrimas de dolor.
Qué importante aparento ser. Qué ridículo.
Qué pequeño soy en realidad.
Qué idiota es mi corazón que se enamora fácilmente de corazones imposibles. Que se tira del tren de la razón para caer en el campo del amor y finalmente romperse la boca con la discordia.
Hay tantas cosas que me indignan y aún no he mencionado.
Qué nefasta es esta edad. Pero qué hermosa.
Qué importante. ¿La estás viendo? Una vez que decida marchar no volverá. Quedará en el anhelo.
Una edad de emociones y vivencias. Llena de colisiones mentales, de preguntas.
Qué increíble me parece. Qué imprescindible. Qué vital.
Si por mí fuera me quedaría aquí estancado y así poder romperme el corazón, luchar contra mí mismo, pasear por cientos de labios, viajar por mil miradas y equivocarme infinitas veces para siempre.

Aarón Toral
Bachillerato



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