domingo, 25 de octubre de 2015

Danza en la arena

Tan solo oigo mi respiración, se acelera. Solo él está en mi cabeza. Quiero verle. Mi mente me lo pide. Mi cuerpo me lo pide. Quiero bailar.

Los tambores y las trompetas anuncian su llegada. Le noto, él me nota. Le recibo de rodillas como rey que es, el rey de la dehesa. Me santiguo y me consagro a la Virgen de los ruedos.

Bailamos juntos, pegados, despacio... como si no hubiera ni ayer ni mañana. El tiempo se ha parado y estamos los dos solos en la arena. Un silencio chirriante inunda la plaza.

Seguimos danzando, esta vez al compás del pasodoble.

Pasión. Arte. Torería.

El pueblo de Madrid embravece, el tendido se tiñe de blanco. Y la gran puerta que lleva a la gloria se abre.

Borja Elejalde
2º Bachillerato


viernes, 16 de octubre de 2015

Amor y odio de palabras

Existen dos tipos de amores en este mundo: el amor entre las personas y el amor entre las palabras. El amor entre las personas lo conocemos todos perfectamente, y el que no lo conoce es que no es una persona.

El amor entre las palabras surge de las bocas de los enamorados. Es un amor en el que, entre ellas, entrelazan sus curvas y sus trazos. A veces forman palabras nuevas o se separan de unas y se juntan a otras…

Pasean por las páginas agarradas de los espacios. Cuando les entra la pájara se meriendan letras que la tinta del bolígrafo no soltó por despiste; y cuando tienen hambre, se comen tildes que están encima de letras que no son la suya. Otro despiste del bolígrafo…

Si las juntas y se llevan bien pueden llegar a formar poemas, cuentos, historias, fábulas… Si se escucha con atención, se pueden oír llorar a las tragedias y ver caer la tinta en gotas por las lágrimas de las palabras tristes. También se puede apreciar las risas de las comedias, donde las palabras se pueden llegar a descolocar por la fuerza de las carcajadas…

Se pueden ver palabras muertas, asesinadas por las bandas más buscadas por el borrador: “He conocido a otro” y “No quiero vivir” son las más peligrosas del libro policíaco.

Otras veces ellas mismas son las que narran su propia vida, sus experiencias, lo que han visto, oído o sentido a través de una autobiografía.

Las palabras pueden parecer poca cosa, pero saben que son las más duras del barrio, las que pueden causar más dolor. Las que pueden destruir una civilización entera; matar a una persona en un segundo; marginar a cualquiera; dejar seca una zona verde y colorida por las flores.

A veces las malas palabras aparecen al ser escritas por bolígrafos sin corazón, o por manos que no saben escribir con cuidado y usando la cabeza.

A diferencia de las buenas palabras, que al caer sobre las hojas llegan con alegría, amor y paz. Éstas son las más queridas por los escritores de buena mano.

Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Pero en mil palabras se expresa con pelos y señales lo que en una imagen solo son píxeles o pintura.

Nacho Sanz
1º Bachillerato


lunes, 12 de octubre de 2015

Frías esperanzas

La tempestad había amainado y su silueta se recortaba contra el sol de la mañana. La nieve crujía bajo sus pies mientras retornaba a duras penas al refugio. La altitud y la falta de oxígeno hacían parecer eterno el camino.

Miguel, que así se llamaba el montañero, había perdido toda esperanza de alcanzar la cumbre. A su alrededor todo se repetía en sucesión infinita, las peligrosas simas, la roca desnuda en la cara sur y los restos de la avalancha en la norte. Aquella misma avalancha que ahora le había dejado solo, separado de su mujer y de los guías.

Pensar en su mujer fue el único motivo que llevó a Miguel a seguir adelante. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas y se congelaban en su barba encanecida por la nieve.

Conoció a Elena años atrás. Miguel aún recordaba la fonda del Himalaya donde se vieron por primera vez. El fuego, las risas y voces, las apuestas de los montañeros le causaron aún más nostalgia. Habían pasado años ya, pero ella no había cambiado. Probablemente ya no la volvería a ver. Sus ojos castaños y su pelo negro estaban grabados en su retina de forma indeleble.

Miguel cayó al suelo. El dedo congelado le hacía tropezar continuamente. Ya no podía levantarse. Entonces, oyó su voz, alzó la mirada, se puso en pie y continuó.

Marcos Rouces
1º Bachillerato




miércoles, 7 de octubre de 2015

La liberación de un oprimido

Nunca podré olvidar que le vi. Su cara, normalmente anodina, se había transformado en una máscara de hierro fundido. Si lo que dicen es cierto y lo que vi fue un reflejo de su alma, significaría que había perdido el miedo a la vida, a la muerte, y a todo. Sus ojos reflejaban la mirada de un héroe, muy alejada del epiquismo barato que nos intentan hacer pasar por verdadero valor, era la mirada de alguien dispuesto a matar y morir por cualquier causa que juzgara como justa, capaz de remover la tierra hasta sus cimientos con tal de conseguir su objetivo. Y recuerdo con total nitidez que, por primera vez desde que le conozco, le vi sonreír.

Alfonso Pizarro
2º Bachillerato