viernes, 24 de abril de 2015

Hoy es un buen día

Hoy presiento que va a ser un buen día. Así que, cuando termine de ducharme, voy a desayunar como un campeón y voy a comerme el mundo.

Cuando acabo de secarme pienso: “Igual debería peinarme un poco, a ver si Miriam se fija en mí”. No puedo evitar que una leve carcajada se me escape. Me dispongo a retocarme un poco el pelo frente al espejo cuando algo me llama la atención. La imagen que me devuelve el espejo es bastante distinta a la que me esperaba. No me encuentro a un joven sonriente, lleno de optimismo y felicidad. Estoy cara a cara con una estatua, inmóvil, con apenas expresividad.

Paso del optimismo a la duda en unos instantes, los que necesito para ser consciente de que el reflejo sigue sin inmutarse. En el momento en que la sonrisa deja hueco a la incertidumbre, la imagen también cambia, y pasa a transmitir tristeza.

Empiezo a asustarme. ¿Por qué no aparezco yo en el espejo? ¿Por qué me mira de esa manera? ¿Qué quiere de mí? El cuerpo empieza a pedirme que salga corriendo del baño, pero mi mente está siendo secuestrada por la mirada del reflejo.

Se me hiela la sangre cuando me habla.

-Jamás -dice, a la vez que una solitaria lágrima cae por su mejilla.

Mi cuerpo desesperado quiere gritar, pero los temblores no se lo permiten.

-¿Qué? -consigo decir entre susurros sin saber bien de dónde he sacado el valor para hacerlo.

El reflejo se pone a llorar, pero sin apenas moverse ni un solo centímetro, como si alguien le estuviese amenazando por la espalda.

-Jamás -repite, pero esta vez gritando entre sollozos con desesperación.

En ese momento, aparece una mano con una pistola apuntándole a la sien. Mi sangre hace tiempo que dejó de circular para poder hacer nada.

Cuando puedo distinguir al dueño de la mano, un escalofrió recorre cada parte de mi alma. ¡También soy yo!, pero en este caso es la locura y no la impasividad la que me mira.

-Nunca -susurra a la vez que clava sus ojos en los míos.

Cuando carga la pistola, oigo un ruido a mi derecha, y allí está lo que mi asustada mente esperaba.

Víctor Ortego
2º Bachillerato


lunes, 20 de abril de 2015

Perdida

El chirriante sonido del autobús me despierta y me veo sentado en el mismo asiento de todos los días. Una vez que he recobrado el sentido, intento acordarme de qué estaba pensando antes de sumirme en el ligero sueño. Sí, exacto, en eso estaba pensando. ¿Pero con qué he soñado?

Con nada, esa es la respuesta a todas mis preguntas en aquel momento. Nada, pues dentro de mí no hay más que un vacío, un vacío que no logro entender a qué se debe. En ese momento el bus pega un frenazo y me golpeo con el cristal. Si poco a poco había ido recuperando mi conciencia, el choque me libera del estado de letargo, y evoco la causa de todos mis males. Ella me ha dejado.

Llevaba tiempo evadiendo este tema, procurando olvidar su marcha, pero es inevitable que aún me acuerde de ella. Hace varias semanas que ya no está conmigo, y cada vez me cuesta más seguir. Con ella mi imaginación se dispara hasta límites insospechados, y soy capaz de hacer cualquier cosa. Pero ya no está a mi lado.

Desde que me abandonó, veo las cosas tal y como son, sin ir más allá, y eso es algo que odio. Es el mundo que veo el que me ha convertido en lo que soy, pero el que no veo es el que me hace sentir mejor persona.

Me encuentro desolado, inútil en un mundo con miles de oportunidades, de cosas a las que ya no sé sacar partido. Aún no recuerdo por qué me dejó. Quizá hayan sido las películas, la televisión y los videojuegos, los estudios habrán hecho el resto.

Cuando abandono el bus y llego a mi casa con la esperanza de toparme con ella, me encuentro con una habitación nuevamente vacía, el rastro que ha dejado su pérdida. Decido buscarla. Comienzo por el parque, donde acostumbraba a pasar grandes ratos con ella, pero allí no hallo nada. Continúo por el bar, el cual parece un desierto. Ahí jamás la encontraré. Después de dar mil y una vueltas, acabo en la biblioteca, donde el profundo silencio me susurra que ella ha estado antes. Pero no ha habido suerte.

Noto que me rehúye, se aleja de mí, y ya no sé qué hacer, dónde más buscar, me siento desesperado. Es como si una espesa bruma me envolviese y me impidiera verla. Al llegar la noche, estoy exhausto tras un día muy duro. Me acuesto creyendo que por más que la busque no aparecerá.

Está perdida.

Pero mañana volveré a buscarla.

David Pardillos
2º Bachillerato



miércoles, 15 de abril de 2015

Férrea danza

De las manos agarrados y
en círculos moviéndonos
surge esta mortífera danza
en el escenario bañado por la culpa.

Mueve, salta, gira y desliza,
¡llevemos este baile en la desesperación!
Clava, mutila, atraviesa y ensarta,
¡que la música nos dirija a la muerte!
Espadas, lanzas, balas y dagas,
¡que los muertos sigan danzando!
Serenatas, rapsodias, nocturnos y arias,
¡que las heridas no os frenen!

Cuando la coda ponga fin a la última polka,
sólo uno seguirá bailando en vida.
Se presentará el momento de la reverencia y
corridas las cortinas de la tragedia,
un aplauso de acero me atravesará el corazón.

Raúl Salido
2º Bachillerato