domingo, 1 de marzo de 2015

Piñata


Un coche destartalado rompe la calma de los verdes campos ennegrecidos por la penumbra de una noche oscura. Cuando hubo el vehículo frenado, salen de este cuatro figuras irreconocibles por las tinieblas que les rodean.

Una vieja encina saluda a los recién llegados meciendo sus hojas iluminadas apenas por un par de estrellas que escapan del manto de niebla que recubre el firmamento. Un par de cuerdas se enrollaron alrededor de alguna de las ramas del árbol, sujetando lo que parecía ser una figura cubierta de tela, que si bien no tenía movimiento alguno, daba la impresión de que en cualquier momento iba a salir corriendo de la escena.

Las cuatro sombras se reúnen alrededor del extraño ente en silencio, portando cada una un objeto con distinta forma, quizá estos muy comunes, pero ignotos a la vista por la densa bruma. La colgada silueta comienza a recibir el acoso de estos, los cuales, hábilmente controlados por las enigmáticas figuras, danzan gráciles un baile de vaivenes imprudentes.

A cada acometida, la tela de la oscilante piñata se teñía de negro un poco más, y se hacía cada vez más difícil de ver. Cuando la fiesta hubo amansado, yace solitario el saco tintado por completo de negro, al igual que parte de la encina y del césped cercano a esta.

Ya a la llegada del alba, los reveladores rayos del Sol alejan a la neblina del lugar y cambian por carmesí el negruzco color antes vislumbrado a través de la oscuridad. Los llantos de un vecindario resuenan y maldicen ahora la muerte de un niño. Con estos sollozos cuatro personas dan por finalizado el festín.

Raúl Salido
2º Bachillerato



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