domingo, 15 de febrero de 2015

Al otro lado

Desenvainé mi espada y desafié a la colosal bestia que ante mí se encontraba. El dragón rugió y, enfurecido, trato de masacrarnos a mí y a mis compañeros. Tras unos minutos de intensa batalla, el dragón inhaló el aire a nuestro alrededor y exhaló un hálito infernal de llamaradas carmesí que lo consumió todo. Tres de mis compañeros cayeron al suelo envueltos en flamas; yo, a duras penas, conseguí sobrevivir. Dispuesto a vengarme, cargué contra él, pero mi imprudencia solo consiguió que me aplastara una de sus titánicas y monstruosas zarpas.

Frustrado, tiré el mando sobre la cama y apagué la consola.

Fernando García Caraballo
Ciclo Formativo de Grado Medio