miércoles, 22 de octubre de 2014

Leemos para saber que no estamos solos (II)

Le alivió saber eso, dado que jamás se había sentido tan sólo.

-¿Qué hará este libro aquí? -se preguntó el joven.

Decidió coger aquel libro y guardarlo en su bolsillo, pensando que si le había ayudado ahora, podría hacerlo también más tarde.

Aquella cueva le era familiar. Se acordaba de una película que había visto años atrás, Los Goonies. Pronto se apresuró a buscar una salida, y a los pocos minutos vio una luz que le indicaba el final de la cueva.

Cuando salió, contempló lo que tenía a su alrededor. Arena, más arena, unas pocas palmeras... y mar.

Por más que giraba sobre sí, sólo veía mar, exceptuando la entrada de la cueva. Intentó recordar cómo había ido a parar a semejante lugar, y pensó que quizá se hubiese golpeado y por eso no lo recordaba.

De modo que aquel chaval de 16 años, al que ya nada le intrigaba, pues allí poco había que hacer, se sentó junto a una palmera y sacó el libro con el que había empezado todo.

-La Isla del Tesoro, de Robert Louis Stevenson -dijo el joven, y comenzó a leer.

David Pardillos
2º Bachillerato


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