miércoles, 22 de octubre de 2014

Leemos para saber que no estamos solos (II)

Le alivió saber eso, dado que jamás se había sentido tan sólo.

-¿Qué hará este libro aquí? -se preguntó el joven.

Decidió coger aquel libro y guardarlo en su bolsillo, pensando que si le había ayudado ahora, podría hacerlo también más tarde.

Aquella cueva le era familiar. Se acordaba de una película que había visto años atrás, Los Goonies. Pronto se apresuró a buscar una salida, y a los pocos minutos vio una luz que le indicaba el final de la cueva.

Cuando salió, contempló lo que tenía a su alrededor. Arena, más arena, unas pocas palmeras... y mar.

Por más que giraba sobre sí, sólo veía mar, exceptuando la entrada de la cueva. Intentó recordar cómo había ido a parar a semejante lugar, y pensó que quizá se hubiese golpeado y por eso no lo recordaba.

De modo que aquel chaval de 16 años, al que ya nada le intrigaba, pues allí poco había que hacer, se sentó junto a una palmera y sacó el libro con el que había empezado todo.

-La Isla del Tesoro, de Robert Louis Stevenson -dijo el joven, y comenzó a leer.

David Pardillos
2º Bachillerato


lunes, 20 de octubre de 2014

Leemos para saber que no estamos solos (I)

Cada vez que hacemos doble clic en esa entrada, de esa persona, a la que no conocemos de nada, sabemos que en algún momento de su vida, mientras lo escribía, sintió exactamente lo mismo que nosotros sentimos ahora al leerlo: que puede entender lo que pensamos. Una persona a la que no conozco, con la que jamás he hablado, a la que nunca he visto, y sin embargo a la que siento tan cerca, a la que entiendo tanto, que asusta el saber que al leer esto, no estoy solo.

Alex Díaz Moreno
2º Bachillerato



miércoles, 15 de octubre de 2014

La isla del tesoro

“Paff”, sonaban con eco sordo las botas de Royan mientras caminaba por ese inexplorado túnel, recordando cómo había acabado allí, en esa estúpida excursión a esa ciudad abandonada hace cientos de años. Rememoraba cómo le habían arrebatado el dispositivo de comunicación y en respuesta, él había decidido abandonar ese grupo del programa educativo. Pensaba en lo que siempre le decía su padre: “el pasado fue, el futuro es lo importante”.

Cuando salió del túnel, el joven de 13 años observó que estaba en una vieja estación de transporte público rodeada de viejos edificios de color ocre y gris medio derruidos. ¿Quién querría vivir ahí? Sin embargo, sus andaduras no llegaron lejos, ya que comenzó a diluviar. Maldiciendo su suerte corrió hacia un viejo edificio de metal y cristal que parecía ser el único de las proximidades que se mantenía en pie. Al entrar contempló una estatua de un hombre que no reconocía con un viejo letrero que ponía “si no conocemos el pasado cometeremos los mismos errores en el futuro, por ello son tan importante los…”

Royan observó el letrero dañado, incapaz de leer las siguientes palabras. Indignándose resopló:

-Bah, seguro que fue el fundador de este edificio y por ello tiene una estatua. Alguien con esas palabras tan estúpidas no se merece un monumento.

Conforme la noche se acercaba buscó algo en lo que dormir pero sólo encontró viejas estanterías cuya finalidad hacía ya mucho tiempo que se había olvidado. Tampoco sabía para qué servía aquel edificio. Subiendo unas escaleras se encontró un cartel en el que estaba escrito “novela de aventuras”. Royan reía irónico mientras miraba absorto el letrero. Era un edificio para libros, algo que le sorprendió enormemente. No sólo ya no se fabricaban, sino que las personas apenas sabían ya leer. Incluso él, que se jactaba de saber hacerlo, lo veía inútil. Sin embargo entró en la sala. Nunca había visto un libro y sentía curiosidad. Decepcionado al ver todos los estantes vacíos, un atisbo de esperanza apareció en forma de libro tumbado sobre una estantería. Nada más verlo, sonó una voz que lo llamaba desde fuera. Habían aparecido las fuerzas del orden para llevarlo de vuelta a casa, le estaban llamando a gritos. Antes de irse, cogió el libro y salió corriendo hacia el pequeño transporte de sus rescatadores, bajo la lluvia, fuera de esa cárcel de cristal y hierro.

Cuando llegó al vehículo, el oficial del orden le preguntó qué llevaba en la mano. Royan respondió irónicamente que habría que averiguarlo. Conforme el transporte se elevaba del suelo, Royan miraba el libro con voracidad pensando qué aventuras escondería ese pequeño reducto de lo antiguo.

Jaime Castillo
2º Bachillerato




viernes, 10 de octubre de 2014

Un momento

Soy un cometa que surca el cielo estrellado,
un tren que atraviesa el lejano oeste,
una hoja que cae el primer día de otoño.

Soy un amor a primera vista,
aquel paseo por la playa un día de verano
y una gota en un mar de lágrimas.

Creedme bien si os digo lo que soy.
Soy un momento, único e irrepetible,
porque lo que fui ya no soy,
ni jamás volveré a ser.

David Pardillos
2º Bachillerato

miércoles, 8 de octubre de 2014

El nacimiento

En una remota aldea, un pequeño iba a nacer. Todos sus habitantes estaban entusiasmados con su llegada, y no faltó nadie a ver al recién nacido. La criatura aún no tenía nada, ni albergaba ningún conocimiento.

Los aldeanos se peleaban por ver quién tendría el honor de ser el primero en enseñarle, pues cada uno tenía algo distinto que contar. Unos le hablarían de fantásticas historias acerca de magia y otros de seres imaginarios. Algunos, por el contrario, le hablarían de lo triste que fue aquella guerra, o de lo difícil que resultó descubrir una ciudad perdida.

Todos querían ser los primeros, pero tarde o temprano cada uno acabaría contándole su propia vida. La existencia del pequeño Perkeo sólo acaba de comenzar, pero pronto escuchará todas esas historias y él, en un futuro, las narrará a muchas personas ajenas a esa diminuta aldea y así acabará por difundirlas al mundo entero.

Raúl Salido
2º Bachillerato